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Fintech México 2026: el ecosistema cambió. Muchos no se dieron cuenta.

Crecimiento, regulación, infraestructura y riesgo en un sistema financiero que ya no perdona errores.

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FintechExpert y Zalo Sánchez
dic 29, 2025
∙ De pago

Hace cinco años, hablar de fintech en México era hablar de crecimiento.
Más usuarios. Más rondas. Más startups. Más discursos sobre inclusión financiera.

En 2026, esa narrativa ya no es viable.

No porque la innovación se haya detenido —al contrario—, sino porque los supuestos sobre los que se construyó el fintech mexicano dejaron de ser ciertos. Las reglas cambiaron, los incentivos se invirtieron y los riesgos que antes se podían postergar hoy se materializan en semanas. Lo más peligroso no es ese cambio, sino que una parte relevante de la industria sigue tomando decisiones como si el capital fuera barato, el regulador paciente y la infraestructura infinita. Como si todavía estuviéramos en 2019.

Y ya no estamos ahí.

El fintech mexicano entra a 2026 en un punto de inflexión estructural. Menos hype. Más fricción. Más regulación. Más dependencia de infraestructura crítica. Más consecuencias reales por equivocarse.

Dicho de otra forma: ya no estamos en una fase de expansión. Estamos en una fase de maduración forzada.

Y eso cambia todo.


De “crecer primero” a “sobrevivir bien”: el nuevo marco mental

Durante la última década, el ecosistema fintech mexicano se construyó bajo un supuesto tácito:

primero crecemos, luego ordenamos.

Ese supuesto se rompió.

En 2026, el orden llega antes, no después. Y llega de la mano de tres fuerzas que ya no se pueden ignorar:

  1. Aplicación estricta de la regulación.

  2. Infraestructura sistémica concentrada, no modular.

  3. Riesgos operativos que ya no son marginales, sino existenciales.

Esto no es una opinión. Es observable.

La CNBV dejó atrás años de supervisión laxa y pasó a un esquema de aplicación activa: más auditorías en sitio, sanciones recurrentes y revocaciones efectivas para quienes no cumplen estándares mínimos de capital, PLD o gobierno corporativo. En paralelo, Banxico dejó de ser un operador neutral de infraestructura y se convirtió en arquitecto del mercado: decisiones sobre SPEI, Dimo y acceso determinan qué modelos escalan y cuáles quedan estructuralmente en desventaja. Al mismo tiempo, el fraude dejó de ser una externalidad asumible y se volvió un riesgo sistémico medible, capaz de erosionar capital, detonar intervención regulatoria y quebrar la confianza en semanas, no años.

El ecosistema que emerge en 2026 se parece menos a un playground de startups y más a un sistema financiero adulto, con dientes.

Lo que sigue no es una lista de modas ni un ejercicio de futurología. Son las tendencias estructurales que, desde nuestra lectura del mercado, ya están redefiniendo cómo se construye, se regula y se escala fintech en México rumbo a 2026. No todas son cómodas. Ninguna es opcional.


Tendencia 1: SPEI dejó de ser “rail”. Ahora es el sistema nervioso

Si alguien quiere entender por qué 2026 es distinto, que empiece por SPEI.

SPEI ya no es solo una infraestructura de pagos. Es la columna vertebral de la economía digital mexicana. Procesa un volumen que supera varias veces el PIB del país. Opera 24/7. Liquida nóminas, comercio, impuestos, remesas internas, billeteras y fintechs.

Y, sobre todo, no tiene sustituto real.

Eso cambia la ecuación de riesgo. Cuando todo pasa por el mismo sistema, la pregunta deja de ser “¿qué tan eficiente es?” y pasa a ser “¿qué pasa si falla?”

En 2026, SPEI no enfrenta un reto de adopción. Enfrenta un reto de resiliencia, latencia y concentración. Cada nuevo participante directo reduce costos… y aumenta fragilidad sistémica.

Cinco años atrás, SPEI era una ventaja competitiva.
Hoy, es una dependencia estratégica.


Tendencia 2: Dimo no es sobre pagos P2P. Es sobre control del futuro

Dimo suele discutirse como una evolución de CoDi. Ese framing es un error.

La pregunta real no es si Dimo “funciona”. La pregunta es qué pasa si no logra conversión masiva.

Si Dimo no cruza el umbral de uso real, Banxico pierde su última oportunidad de construir una capa de valor encima de SPEI. Y si eso ocurre, el espacio lo ocuparán billeteras privadas con lógica de plataforma, no de política pública.

En ese escenario, el banco central conserva la infraestructura… pero pierde la interfaz con el usuario.

En 2026, Dimo no compite contra efectivo. Compite contra WhatsApp, Mercado Pago y Nubank.
Y esa es una liga completamente distinta.


Tendencia 3: Open Finance ya no es promesa. Es deuda regulatoria

Durante años, Open Finance en México fue un concepto elegante sin ejecución. Screen scraping normalizado. APIs fragmentadas. Estándares ambiguos. Mucho discurso, poca implementación.

Eso ya no es sostenible.

En 2026, la publicación (o no) de disposiciones secundarias se convierte en evento binario. O México entra de lleno a interoperabilidad real, o consolida aún más el poder de los grandes bancos sobre los datos.

Aquí está el cambio estructural: el acceso a datos dejó de ser ventaja competitiva; ahora es condición mínima de mercado.

Las fintech que sobrevivirán no serán las que “usan datos”, sino las que construyen modelos defensibles sobre esos datos: cash-flow underwriting, scoring alternativo, productos dinámicos.

Open Finance ya no es innovación. Es infraestructura básica.


Tendencia 4: el fraude dejó de ser una línea del P&L

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